Quedan pocas semanas para acabar el curso, lo que supone para las familias el último esfuerzo. Tener claros algunos objetivos y pautas para un mejor afrontamiento es la mejor estrategia para dar a este final una inyección extra para concluir el curso satisfechos.
Después de las vacaciones de Semana Santa y Pascua, llega la primavera, ¡que la sangre altera!; comienzan a pasar factura los madrugones, las idas y venidas de prisa al colegio, las actividades extraescolares y otras obligaciones con las que llenamos el tiempo de ocio de nuestros hijos, y suponen también un esfuerzo para todos en casa.
Y en la población adolescente nos topamos con sujetos hormonados, desorientados, lábiles emocionalmente, irritables y en algunos casos desmotivados.
Parece como si el tiempo corriese más que al inicio, pues la deseada descarga del verano se hace necesaria para volver a tomar nuevas fuerzas.
Además, los exámenes de fin de curso suponen un factor de presión adicional, pues a todos nos apremia terminar obteniendo una recompensa con la colocación de las últimas piedras.
Puede que esta presión adicional, que llevan implícitas las evaluaciones finales y la llegada de las esperadas vacaciones de verano, provoquen mayor nivel de tensión en las relaciones entre los padres-hijos, alumnos-profesores, familia-colegio. Con el objetivo puesto en el final de curso habrá alumnos que se descentren y desmotiven. Otros, más inquietos y responsables, tendrán temor al fracaso y el cansancio acumulado, puede generarles rechazo de cara a enfrentarse a las evaluaciones.
No hemos de perder de vista que el colegio de nuestros hijos es una continuación de lo que nosotros deseamos para ellos, por lo que conviene alinear todos los esfuerzos con los profesores.
Convendrá realizar un plan de trabajo con nuestro hijo para las últimas semanas: trazar una RECTA FINAL.
Puede ayudarnos tener una entrevista con algún profesor que oriente los aspectos a mejorar en las asignaturas, así como perfilar los temas más importantes.
A continuación, se indican algunos consejos y hábitos que pueden servir de recordatorio de cara al final de curso:
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Gestionar el tiempo. Realizar un planing de trabajo centrado en el final de curso. Conviene que sea semanal, para poder implemetarlo como una rutina.
Mejor que por asignaturas es preferible organizar pequeños bloques de tiempo (en torno a los 30min), para ir haciendo más amena y llevadera cada tarde. Así mismo concretar qué cantidad de materia se va a estudiar en ese tiempo. Con esta forma de plantear el tiempo de estudio siempre se alcanzan las metas académicas.
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Organizar las actividades extraescolares. Podemos tener la idea de que, al estar llegando el final de curso y para tener más tiempo de estudio, conviene dejar estas actividades. No se trata tanto de eso, como de darles continuidad, de cara a mejorar la responsabilidad en el manejo del tiempo. Respetar su tiempo libre, que es aún más importante en esta época.
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Cuidar las horas de sueño: al menos 9h entre semana y 10h los fines de semana.
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Proporcionarle una dieta adecuada. También es importante que beba mucho: el calor facilita la pérdida de líquidos que el cuerpo necesita en periodos de mayor trabajo intelectual.
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Terminar el día con tranquilidad: implica un extra familiar, porque habrá momentos de tensión pero, como ninguno trabajamos mejor enfadados y molestos, es bueno pensar que los hijos también rinden mejor con el viento a favor de sus padres.
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Transmitirle mensajes positivos y evitar las críticas: evitar las preguntas inquisitivas (“¿has hecho lo previsto?”; “¿cuándo vas a ponerte?”; “si te pregunto no te lo sabes”, …)
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Evitar presionarles o agobiarles: “así no conseguirás aprobar”; “podrías hacer más, pero no te da la gana”;
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Ofrecerle ayuda para repasar algún tema o área que le resulte más complicada y practicar juntos preguntas y respuestas: “¿cómo han ido las cosas hoy?”; “¿necesitas que te ayude en algo?”; “cuentas con mi apoyo”. Se trata más de adoptar una postura acogedora, que sancionadora o punitiva.
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El esfuerzo es más importante que la nota. La frustración nunca llega si hay esfuerzo.
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Quitar importancia al examen, bromeando o con comentarios para tranquilizarle y reducir la ansiedad.
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Si falla, anímarle. Si el examen no sale bien, evita perder los nervios o reñirle. Analizad juntos qué ha fallado; enséñale que fracasar es secundario; lo más importante es que sea capaz de reaccionar y solucionarlo. “¿Qué crees que ha ocurrido para no sacar el examen?” (incluso sabiendo que ha trabajado poco). La actitud de responsabilidad se genera cuando es nuestro hijo quien analiza. No hay que darle hecho el análisis y la sentencia: “ya lo sabía…”.
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No utilizar premios o castigos según las notas.
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Evitar las comparaciones, cada persona es diferente y tiene su propio ritmo de aprendizaje.
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Explicar que las notas no cambian su imagen como persona, ni el cariño de la familia.
Estamos a tiempo. Dos meses es tiempo suficiente para coger las riendas y encaminar los resultados de nuestros hijos en la buena dirección. Los valientes se atreven a superar obstáculos, a creer en sí mismos, a mirar más allá del problema y a ver el objetivo trazado.
Juan Gil Nogués. Psicólogo