La depresión es un trastorno mental frecuente que se caracteriza por la presencia de
tristeza, pérdida del interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastorno
del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) la depresión es la principal causa de
problemas de salud y discapacidad de todo el mundo. Más de 300 millones de personas
viven con depresión, habiéndose producido un incremento del 18% entre 2005 y 2015. Para
el 2020 se prevé que 1 de cada 4 personas la padecerá, aspecto que preocupa a nivel
mundial
FACTORES DE RIESGO
La depresión es un trastorno “invisible”, que se sucede en un proceso multifactorial y complejo. Depende de un amplio grupo de factores de riesgo y todavía no se ha podido demostrar patrones fijos de inter-relación entre ellos.
Las variables que pueden determinar el riesgo de padecer una depresión tienen que ver con:
1. Factores personales o sociales: Tales como el género, el estado civil, los recursos socio-económicos, padecer enfermedades crónicas tanto físicas como trastornos mentales,etc…
2. Factores cognitivos: Estrategias de afrontamiento, creencias disfuncionales, percepción e interpretación de situaciones, pensamientos rumiativos,etc…
3. Familiares y genéticos: Antecedentes familiares.
Debido a esta variabilidad en los factores de riesgo, que pueden afectar al desarrollo, curso y gravedad de la depresión, se recomienda evaluarlos en el momento del diagnóstico.
DETECCIÓN Y DIAGNÓSTICO
Aunque todos los seres humanos transitan por situaciones de duelo, pérdidas o crisis, la depresión y los trastornos depresivos no deben ser confundidos con episodios vitales que impliquen tener el ánimo bajo. Es por ello que se requiere un buen diagnóstico por parte de personal especializado.
El diagnóstico diferencial del episodio depresivo debe orientarse a constatar si la etiología es idiopática o puede estar relacionada con otra patología médica, trastorno mental, consumo de drogas o alguna medicación prescrita.
La entrevista clínica es el procedimiento esencial para el diagnóstico de la depresión. Las escalas aportan una información complementaria en la evaluación, pero no pueden sustituir a la entrevista clínica.
Los criterios diagnósticos de depresión más utilizados, tanto en la clínica como en la investigación, son los de la Clasificación Estadística de Enfermedades y problemas relacionados con la salud (CIE) y los de clasificación de la American Psychiatric Association (DSM).
La CIE-10 clasifica la depresión mayor dentro de los trastornos del humor o afectivos, diferenciando entre F33 el trastorno depresivo recurrente y el F32 el episodio depresivo que se subdivide en otro 5 subtipos en función de la gravedad o de si van acompañados de sintomatología psicótica o no.
Por su parte el DSM-5, engloba dentro de los trastornos depresivos, el episodio de depresión mayor y el trastorno depresivo persistente (distimia), de gravedad leve, moderado o grave, con códigos específicos para la remisión parcial, total o no especificada.
En ambos casos la gravedad de los episodios se basa en el número, tipo e intensidad de los síntomas y en el grado de deterioro funcional. Por ello se recomienda tener en cuenta en el momento del diagnóstico las siguientes áreas, como predictores del curso y de la gravedad de la depresión:
– Características del episodio: duración, número e intensidad de los síntomas, comorbilidad.
– Evaluación psicosocial (apoyo social y relaciones interpersonales).
– Grado de disfunción y/o discapacidad asociados.
– Riesgo de suicidio.
– Respuesta previa al tratamiento.
TRATAMIENTO
En el tratamiento de la depresión, existe la importancia de un enfoque interdisciplinar. El manejo de la depresión debería incluir psicoeducación, apoyo individual y familiar, coordinación con otros profesionales, atención a las comorbilidades y monitorización regular del estado mental y físico. Es esencial promover explicaciones que reduzcan el sentimiento de culpa y el estigma.
El tratamiento farmacológico resulta clave para equilibrar a la persona, que padece el
desequilibrio químico que le causa la desmotivación, la falta de claridad, la agitación,etc…
El tratamiento psicológico resulta clave de cara a enfocar y profundizar en las relaciones
personales del sujeto, en su forma de interpretar lo que sucede, en sus habilidades y
recursos personales, en aquello que le puede estimular o motivar.
Debe considerarse la terapia cognitivo-conductual para aquellos pacientes con respuesta
inadecuada a otras intervenciones o con una historia previa de recaídas y/o presencia de
síntomas residuales. Se recomienda considerar otras intervenciones psicológicas en el
abordaje de la comorbilidad o de la complejidad de las relaciones familiares o de pareja,
frecuentemente asociadas a la depresión. Para los pacientes con depresión crónica y/o
recurrente se recomienda el tratamiento combinado de fármacos y terapia
cognitivo-conductual.
Los tratamientos más exitosos suelen ser los tratamientos combinados fruto del trabajo de
equipos multidisciplinares.
Iris Fernández Bosch
Psicóloga y Neuropsicóloga Clínica Ripalda
“HABLEMOS DE DEPRESIÓN”.
En la actualidad existe un miedo al estigma que impide que muchas personas puedan estar
apoyadas en este proceso.
Existen campañas de concienciación que acercan a las personas a esta realidad. Con
motivo del día mundial de la salud el pasado 7 de abril, la OMS inició la campaña
“Hablemos de la depresión” para conseguir que cada vez mayor número de personas con
depresión, en todos los países, pida y obtenga ayuda.