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Consumo de Drogas y Adolescencia

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El consumo de drogas es motivo de preocupación de muchos padres con hijos adolescentes.

La adolescencia es una etapa crítica en la formación de la persona. El joven tiene que desarrollarse a nivel físico, emocional, social, académico, etc. La búsqueda de autonomía e identidad son elementos intrínsecos en ella así como lo que definimos como invulnerabilidad percibida: los adolescentes llevan a cabo conductas de riesgo que ellos no ven como tal o infravaloran, pero que probablemente tengan consecuencias negativas. Piensan que a ellos no les van a suceder las consecuencias que los demás podemos preveer.

Los motivos para realizar consumos ocasionales o experimentales en este periodo son variados: porque sus amigos las usan, quieren vivir nuevas experiencias, sienten curiosidad por los efectos, porque las drogas son fáciles de obtener, porque quieren transgredir las normas….

La mayoría que prueba las drogas en alguna ocasión, deja de consumirlas tras algunos contactos con ellas.

Saber que nuestros adolescentes conviven con las drogas y saber que un porcentaje elevado de adolescentes van a probarlas, es un hecho que hay que saber y conocer para poder actuar y ayudarles. Además, hoy en día, nos enfrentamos a nuevos retos como son las adicciones sin sustancia (por ej las adicciones tecnológicas o el juego online), las nuevas formas de consumo de sustancias conocidas (el binge drinking o consumo en atracón de alcohol), la percepción de normalidad en el consumo de alcohol y cannabis o la aparición continua de nuevas sustancias psicoactivas.

Pero cuando el consumo deriva en el desarrollo de un Trastorno por uso de Sustancias durante la adolescencia observamos que va asociado en la mayoría de casos a la presencia de comorbilidad psiquiátrica, es decir, asociado a otro trastorno o sintomatología. La prevalencia de trastornos externalizantes, como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) o el trastorno de conducta (TC), y de trastornos internalizantes, como trastornos del afecto o trastornos de ansiedad, es elevada entre adolescentes que reciben tratamiento por abuso de drogas.

Las investigaciones sugieren como explicación a esto, entre otros motivos, que:

1.El abuso de drogas puede provocar los síntomas de otro trastorno. Por ejemplo jóvenes consumidores de marihuana con una vulnerabilidad preexistente que desarrollan una psicosis. Según diversos estudios los individuos que han consumido alguna vez cannabis tenían un riesgo de padecer síntomas de psicosis o trastornos psicóticos del 41% más en comparación con los individuos que nunca lo habían consumido. Su consumo en la adolescencia aumenta de dos a tres veces el riesgo de desarrollar un trastorno psicótico.

2. El uso de sustancias ocurre como consecuencia de la psicopatología previa, y también posiblemente como una forma de “automedicación”. Por ejemplo uso del alcohol para relajarse o uso de estimulantes para la depresión o la hiperactividad.

Muchos padres nos preguntan sobre indicios que pueden significar un posible consumo de drogas. Sin embargo, éste es un tema en el que se debe ser sumamente cauteloso: no existen señales claras e inequívocas que nos lo confirmen. Algunos de los indicadores que apuntamos posteriormente, pueden responder a otras situaciones por las está atravesando el adolescente y que no tienen que ver con el uso de drogas, pero que igualmente, habría que prestarles atención y valorarlas.

También hay que tener en cuenta que las consecuencias producidas por el uso de drogas que podemos observar dependerán de muchos factores: La sustancia/s consumida/s, la cantidad y frecuencia con la que se utiliza, el tiempo que lleva consumiéndola, personalidad del adolescente, comorblidad con otro trastorno, situación socio-familiar, las relaciones que mantenga con su entorno.: grupo de iguales, colegio, etc.

Algunos de los signos más comunes que deberían llamar nuestra atención son,

Desde el punto de vista físico.

-Cambios en el aspecto habitual: adelgazamiento, mal color de cara, ojeras, enrojecimiento de ojos, etc.

-Cambios en el aspecto habitual: adelgazamiento, mal color de cara, ojeras, enrojecimiento de ojos, etc.

-Pérdida de apetito o costumbre de comer fuera de horas, con una alimentación caprichosa y poco equilibrada.

-Pueden aparecer determinados problemas de salud ante los que el afectado se opone a acudir al médico o insiste en no ir acompañado.

-Abandono de la higiene personal.

-Cambios bruscos del humor, dificultades para dormir o somnolencia, irritabilidad.

En cuanto a comportamiento.

-Descenso del rendimiento escolar así como la puntualidad y asistencia

-Locuacidad, excitación o hiperactividad.

-Frecuentes salidas de casa o del centro, evitando explicaciones de dónde va o con quién. A menudo actúa a escondidas.

-Incumplimiento del horario de regreso a casa.

-Apatía hacia las actividades que antes realizaba con frecuencia, tanto referentes a responsabilidades cotidianas (domésticas, escolares o laborales) como al tiempo libre: determinados hobbies que anteriormente sí lo eran dejan de tener atractivo para esa persona, sin que en ocasiones se sustituyan por otros nuevos.

-Abandono del grupo habitual de amigos a la vez que se inician relaciones con otras personas que tienen en esos momentos los mismos intereses. Ello suele ir acompañado de un claro interés porque no se conozcan las nuevas amistades.

-Mayor propensión a los accidentes (p.ej. tráfico) e incidentes (p.ej. conflictos en la calle).

-Suele darse una clara tendencia al aislamiento con dificultades para relacionarse afectivamente con los demás.

I-ndiferencia ante los acontecimientos importantes: sólo preocupa lo concerniente a sus propios asuntos.

-Aumenta el gasto de dinero, sin que dicho incremento revierta en nada identificable.

-Consecuentemente se inicia en pequeños robos, tanto en casa como fuera

-Creciente desinhibición social, resistencia a la autoridad, rebeldía, irritabilidad e, incluso, violencia.

No se puede anticipar una respuesta que sea la s correcta e idónea pero sí existen pautas de actuación que pueden orientar a la hora de abordar el problema:

-Analizar la situación con la mayor serenidad y objetividad posible; con frecuencia se tiende a agravar el problema y a dramatizarlo.

-En la misma línea, no anticipar ningún diagnóstico

-No echarse la culpa, exclusivamente, por lo que ocurre y angustiarse por ello.

-Iniciar el diálogo y escuchar con atención evitando un interrogatorio ya que es muy importante obtener información respecto a qué consume, desde hace cuánto tiempo, razones por las que lo hace, etc.

-Durante la conversación debemos mostrarnos abiertos y con interés por ayudar, sin etiquetar ni amenazar. De lo contrario, la reacción más habitual del adolescente será la de negarlo todo, asustarse, llorar o simplemente mantenerse en silencio.

-Mostrarle nuestro afecto por lo que él es, independientemente de lo que haga.

-Búsqueda de soluciones conjunta. Entender que estamos ante una persona que tiene problemas y no ante “un problema”

-Un profesional puede asesorar sobre el tratamiento más adecuado para su caso particular, tras haberlo evaluado. Colabore con los profesionales encargados del tratamiento de su hijo, participando activamente en el mismo.

Reyes Ortigosa Blanch. Psicóloga en Clínica Ripalda