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COMEMOS CON NUESTROS HIJOS??? La llave para abrir la puerta a una relación sana con la alimentación.

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comida en familia

¿Comemos con nuestros hijos?

La llave para abrir la puerta a una relación sana con la alimentación

La preocupación por la imagen personal es un fenómeno sociológico que ha ido en aumento en los últimos años, adoptando como modelos de excelencia cada vez más la exagerada delgadez y apoyada desde los medios de comunicación y las ofertas en las tiendas de moda. Desde un “es agradable agradar” a mí y al resto de personas, que podría en principio ser bastante racional, no patológico, poco a poco por diversas razones se ha ido cayendo en un “identificarse imprescindiblemente con el patrón modelo impuesto”.

Existe una serie de factores de diversa naturaleza, no sólo estéticos, sino mas bien referidos a la salud y al estilo de vida que promueven una evitación del sobrepeso.

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Las ventajas de evitar el sobrepeso son evidentes:

Disminución del riesgo de patologías en el futuro (síndrome metabólico: diabetes, obesidad, hipercolesterolemia, hipertensión…).

Promoción de un estilo de vida activo, mayor agilidad, mayor interés por actividades deportivas y evitación del sedentarismo.

Mejora de la autoimagen, de la autoestima y la seguridad en las relaciones interpersonales.

El problema empieza cuando desde la promoción de la salud, la evitación del sobrepeso se convierte en la búsqueda autoimpuesta de identificarse con patrones estéticos que promueven la extrema delgadez. En este sentido, la población más vulnerable a dicha identificación y por tanto, a sufrir un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) son los niños y adolescentes que están buscando y desarrollando la propia imagen de sí mismos (tanto a nivel interior como exterior).

La oferta de imagen socialmente aceptada, la que más refuerzos recibe, es la delgadez extrema, y aunque siempre habrá constituciones, en el acompañamiento del niño-­adolescente en su búsqueda de identidad, se echa en falta una serie de medidas preventivas de la aparición de TCA. Estas deben implicar actuaciones a nivel político y social, pero por empezar por algo que podríamos poner en marcha desde la familia, podríamos enumerar:

Educación en hábitos de alimentación saludables, evitando el sobrepeso, pero sin que este punto centre el interés alrededor del hecho de alimentarse.

• En nuestra cultura, alrededor de la mesa se fraguan ratos de familia y amistades, ratos que nos construyen como personas y debemos enseñar a nuestros hijos a disfrutar y compartir.

La práctica de deporte y la actividad física en general, es un hábito placentero en sí mismo, en ocasiones puede ser una actividad compartida incluso, mejora nuestro estado general, nuestra autoestima y nuestro ánimo, además de hacernos sentir más capaces a la hora de enfrentarnos a los acontecimientos cotidianos. Enseñemos todo esto, no solo que ayuda a perder peso.

Es importante hacer prevención de la aparición de estos trastornos, los hábitos saludables deben formar parte de la educación escolar de los niños y de las conversaciones en la familia. Somos modelos de nuestros hijos, podemos explicarles pero aprenderán lo que hacemos y como lo hacemos. Busquemos la salud y ¿por qué no? Gustarnos a nosotros mismos.

Enseñar a disfrutar del placer de comer bien y compartirlo, de hacer deporte por el hecho de sentirte bien, ágil, contento y capaz.

Detectemos precozmente los problemas de ánimo, de rechazo de identidad de nuestros adolescentes para identificar actitudes de riesgo para caer en un TCA.

Busquemos qué vamos a comer con ellos, cocinemos juntos, orientémonos a grupos de alimentos y a una correcta distribución a lo largo del día en función de la actividad, pero no contemos calorías con ellos.

familia en bici

Las familias y educadores tenemos una gran labor en este momento con las poblaciones más vulnerables. Podremos cambiar las tallas de las tiendas, retirar los maniquíes esqueléticos, cambiar la estéticas de las modelos (difícil…), pero un comentario en el colegio o la pandilla en un momento de inseguridad de nuestros hijos, un cambio hormonal puberal no acompasado al de sus amigos o amigas sin aportarle el apoyo y ayuda para aceptar sus cambios corporales, la falta de anclajes personales e interpersonales o de actividades que llenen de motivación al adolescente y le hagan sentir una “persona interesante” y “satisfecha consigo misma”, puede pesar más que toda la oferta comercial.

Acompañarlos, entenderlos, mirarlos y escucharlos. Ante las primeras conductas de alarma (falta de ánimo y autoestima, evitar alimentarse, pesarse en exceso, miradas frecuentes en el espejo, tendencia a la autocensura, preocupación excesiva por la carga calórica de los alimentos…) es imprescindible contactar con un profesional y pedir ayuda.

Los TCA son prevenibles, tratables y superables, pero pueden ser peligrosos para la vida. Insistimos: ¿Comemos con nuestros hijos?